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Solo

“Música de Enrique Granados, Johann Sebastian Bach, Johann Kaspar Mertz, Agustín Barrios, Frank Martin y Luys de Narvaez”

Paolo Pegoraro, guitarra

2000 Real Sound - Italia / RS – 0057

 

 

En no pocas ocasiones podemos leer biografías en las que se destaca que este o aquel maestro “puso en segundo plano su brillante y prodiga carrera concertística por una irresistible vocación pedagógica”. Si nos refiriéramos a Paolo Pegoraro en estos términos no estaríamos recurriendo a un lugar común y mucho menos a un rebuscado eufemismo sino describiendo una espléndida y fructífera realidad que ya tiene fama mundial en el mundo guitarrístico. Ciertamente, quien aquí suscribe puede afirmar sin temor a equivocarse que Pegoraro es uno de los mejores profesores (así, sin acotaciones) que he tenido el placer de conocer… y no son pocos a estas alturas de mi vida. En la figura de este italiano de Bassano del Grappa (Veneto) se destilan las mejores cualidades de ese cruce de culturas que es el noreste de Italia: constancia, disciplina, devoción al trabajo, sensibilidad, empatía, discreción, emocionalidad controlada y sutileza conforman en él un formidable coctel de conocimientos musicales y profundidad en la práctica interpretativa que enamora a todos los que tienen la suerte de asistir a sus clases. Estamos ante el singular caso de quien estando dotado de un sobresaliente talento para la interpretación musical se ve no obstante inevitable y vocacionalmente absorbido por la enseñanza. Su dilatada labor en la Accademia “Francisco Tárrega” de Pordenone y la más reciente aunque ya extraordinaria en la Universität für Musik und darstellende Kunst de Graz (Austria) se verá próximamente continuada con un nuevo e ilusionante proyecto educativo y de fomento de la cultura guitarrística que sin duda dará mucho que hablar: la Segovia Guitar Academy, que también estará radicada en Pordenone.

 

“Solo”, el primer disco de Pegoraro (después vinieron algunos más), es un recital que incluye música original y transcripciones de varios y diversos estilos. Es decir, se trata del disco de presentación de un guitarrista que, pese a su juventud, se hallaba ya en un estadio de plena madurez musical. El repertorio escogido, aun siendo estilísticamente contrastante, muestra una inteligente preferencia por el lirismo, de modo que el canto, siempre equilibrado y expresivo así como el sonido cautivador y versátil de Pegoraro destacan desde los primeros momentos de la audición. Así pues, el concepto de virtuosismo con el que Roberto Calabretto, en sus notas, le identifica me parece más que adecuado para este guitarrista: “l’eleganza del suo fraseggio, la belleza del suono” y, solo después, “la tecnica” en el sentido mecánico del término. Pero no hemos seleccionado este disco tan solo por los muchos méritos de su intérprete sino por la relevancia de su versión de las Quatre Piéces Bréves  (QPB) en la historia discográfica de la obra, y a ello vamos…

 

En aquel 2000 en que se grabó “Solo” circulaba desde hacía algunos años, si bien en círculos bastante restringidos, el que se consideraba manuscrito original de la obra: el hoy llamado manuscrito Leeb (de 1938) del cual ahora sabemos que es en realidad una segunda versión, algo simplificada en ciertos puntos, del primer manuscrito. Esto animó a varios guitarristas a incluir la pieza dentro de sus grabaciones y como resultado se produjeron nuevas y refrescantes grabaciones de las QPB. El joven Pegoraro en ese momento desconoce la existencia del manuscrito Leeb pero sí tiene acceso a la versión para piano, editada por Universal el mismo año de la primera edición guitarrística de Karl Scheit (1959). Así, partiendo de estas dos fuentes, desarrollando un cuidadoso ejercicio de reinstrumentación y haciendo gala de gran intuición musical, Pegoraro trata de remontarse hasta la idea original del compositor que en ese momento se consideraba perdida. Esta audaz transcripción a la inversa está plenamente  justificada por la ausencia de fuentes originales a su alcance, y se sustenta en una detallada lectura de los textos y en un sólido criterio musical e instrumental para la colación de ambas versiones y la posterior toma de decisiones. La dinámica, el ritmo y la agógica, que tan cuidadosamente escribe Frank Martin a lo largo de la obra, son tratadas de un modo tan meticuloso como musical; la articulación, más precisa en la versión pianística, se integra elegantemente en el discurso; las transiciones entre cada sección se organizan de un modo fenomenológicamente exquisito (permítaseme el vocablo, hurtado al maestro Celebidache) ya desde el Prélude, que se ve además enriquecido por nuevos sonidos que colorean los momentos más intensos, como por ejemplo la segunda menor (Fa sostenido-Sol) que se suspende en el forte sub. lento del final del movimiento y que está ausente en todas las demás versiones que he escuchado, incluso en las inspiradas por la transcripción pianística.

 

Un análisis pormenorizado de cada detalle superaría las dimensiones de esta reseña y además tampoco es necesario para que el oyente pueda disfrutar, sin sesudos razonamientos, de una de las versiones más convincentes de las QPB. Estoy casi seguro de que Pegoraro hubiera tomado algunas decisiones diferentes de haber tenido a mano las fuentes originales… pero eso no importa: en su versión se muestra todo lo mejor de un intérprete sensacional y la expresión auténtica de una música sublime.


            

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